Podemos definir el desarrollo
personal como un proceso mediante el cual las personas intentamos llegar a
acrecentar todas nuestras potencialidades o fortalezas y alcanzar nuestros
objetivos, deseos, inquietudes, anhelos, etc., movidos por un interés de
superación, así como por la necesidad de dar un sentido a la vida. Conseguir
desarrollarnos plenamente en todos y cada uno de los aspectos de la vida
(familiar, social, laboral, íntimo, personal, etc.) es muy difícil y poco
probable que lo alcancemos. Por ejemplo, probablemente a la mayoría de las
personas nos gustaría ser más atractivos o más inteligentes, hablar varios
idiomas, tocar con maestría varios instrumentos, viajar más a menudo, conocer
todo el mundo, tener más éxito, alcanzar más objetivos, cometer menos errores,
no enfermar nunca, ser más correspondidos, etc. Sin embargo, la mayoría de las
personas podemos sentirnos muy satisfechos con mucho menos, pues
afortunadamente el bienestar para nuestro desarrollo personal no depende
directamente de cuántas cosas tenemos o hemos conseguido, sino que depende de
nuestra percepción, así como de los objetivos que nos propongamos. Por esta
razón podemos ser felices aunque no seamos ricos, aunque tengamos vidas
anónimas, mediocres, suframos desengaños, se frustren nuestros sueños o no
alcancemos todo lo que deseamos. Pero, también por esta misma razón, podemos
deprimirnos o sentirnos muy desanimados aunque objetivamente tengamos muchas
cosas en las áreas más importantes de la vida (salud, dinero, trabajo,
estudios, reconocimiento, familia, amor, apoyo social, aficiones, etc.). Por
fortuna, desarrollarnos satisfactoriamente en solo una o varias facetas que
consideramos importantes suele ser suficiente para sentirnos bien. Por ejemplo,
algunas personas pueden ser enormemente felices viendo crecer saludablemente a
sus hijos, otras necesitan realizarse profesionalmente, otras necesitan cubrir
ciertas carencias que pudieron sufrir en la infancia, como formación académica,
afecto o escasez de recursos económicos, etc. Otras pueden ser muy felices
valorando muy positivamente todo lo que poseen (buena salud, un trabajo
estable, buenos amigos, etc.), en consonancia con los estándares y necesidades
de su grupo social de referencia. Se ha hecho muy famosa la pirámide
motivacional de Maslow que jerarquizó los principales tipos de motivos para el
ser humano occidental de mediados del siglo XX, desde los más básicos y
fisiológicos, pasando por los de seguridad, afecto y estima, hasta los de
autorrealización. De acuerdo con este psicólogo norteamericano de la
motivación, en la base de la pirámide se encuentran los motivos fisiológicos
que incluyen las necesidades vitales para mantener la salud como respirar,
alimentarse, beber, dormir, sexo, etc. y están reguladas por sistemas
biológicos innatos o que maduran con la edad. Las necesidades de seguridad y
protección suponen el segundo nivel, son también esenciales para la
supervivencia, especialmente durante la infancia, están influidas por la
actividad de algunas hormonas como la oxitocina y las proporcionan los adultos
a los bebés, a los niños y a los jóvenes a través de la organización social
familiar. Los motivos de afiliación y afecto marcan nuestro desarrollo
psicoemocional a través de la creación de vínculos afectivos con las personas
más importantes de nuestra vida a las que nos sentimos apegados. Las
necesidades de estima tienen que ver con la valoración, el respeto y los
sentimientos que generan nuestros logros alcanzados, tanto para los demás
(reconocimiento social) como para nosotros mismos (confianza). Y, por último,
la necesidad de autorrealización sirve para dar sentido a nuestra vida, por lo
que exige que las anteriores estén cubiertas aunque sólo sea parcialmente, y se
desarrolla a través del crecimiento personal. Quizás las necesidades humanas no
están tan jerarquizadas como pretendía este autor, sino más sometidas a la
subjetividad individual, que confiere más importancia a unas motivaciones y
necesidades que a otras. De manera que la necesidad de autorrealización puede
ser entendida de muchas formas y podemos encontrar grandes diferencias en el
grado de importancia que le concede cada individuo. También influye el grupo
social y la época en la que estamos viviendo.
¿De qué depende el desarrollo personal?
Sentirnos desarrollados depende
en cada grupo social y época de muchos factores, pero muy especialmente de
nuestras características individuales, como nuestra personalidad, muy ligada a
nuestra biología, así como de las circunstancias ambientales que rodean nuestra
vida, incluso desde la infancia. Cada persona somos diferente a los demás y
esas diferencias se explican por una serie de rasgos esenciales de
personalidad, como la Extraversión. Los extravertidos son personas sociables,
amantes de las fiestas, tienen muchos amigos, necesitan gente con la que
hablar, no les gusta estudiar solos, tienden a ser amantes de la aventura y el
riesgo, pueden tener carácter impulsivo, les gustan las bromas, la variación o
el cambio, son despreocupados y pueden ser agresivos. Por todo ello, en
general, la extraversión está relacionada positivamente con el bienestar;
además, el desarrollo personal en personas extravertidas está más ligado a
objetivos y valores relacionados con la actividad social. Algunos otros
factores básicos de personalidad pueden favorecer una mayor necesidad de
desarrollo personal, como la Apertura a la Experiencia, que refleja el
mantenimiento de valores e ideas no convencionales, la amplitud de intereses,
la búsqueda de enriquecimiento a través de la experiencia y la flexibilidad
como opuesto a rigidez. También el Tesón o Responsabilidad, un factor de
personalidad que incluye la tendencia a la organización y la eficiencia, así
como la necesidad de logro, el sentido del deber o la autodisciplina.
Igualmente la Afabilidad o Amabilidad, que supone la capacidad de ser compasivo
y confiado, incluyendo la confianza, el altruismo, o la sensibilidad a los
demás. A su vez Afabilidad y Tesón también parecen contribuir a explicar
positivamente la satisfacción vital, bien porque faciliten el establecimiento
de redes de apoyo, o porque promuevan la puesta en marcha de conductas
positivas para la consecución de las metas. Ambos rasgos de personalidad se
asocian positivamente con la puesta en marcha de conductas saludables que
favorecen el bienestar. Por el contrario el Neuroticismo está asociado con
emociones y conductas negativas para la salud que dificultarían el desarrollo
personal y el bienestar. Además de la personalidad existen otras
características individuales que pueden ser también importantes para nuestro
desarrollo personal como poseer un gran talento para desarrollar con maestría
una actividad destacada. Por ejemplo, en occidente todos conocemos biografías
de personas que siendo poseedoras de un gran talento pudieron iniciar su
carrera profesional a muy corta edad. No solo gracias a su innegable capacidad
sino también a las condiciones ambientales que se dieron en su entorno (ayuda
recibida, aprendizaje por imitación de modelos, influencias, posibilidades,
etc.). Recordemos por ejemplo, la entrañable película “Billy Elliot”.
Seguramente Billy, el niño protagonista, no habría podido desarrollar su capacidad
innata para bailar y llegar a ser un gran bailarín, de no haber sido por el
apoyo de su familia, su profesora, e incluso que se diera la circunstancia de
que se impartieran clases de ballet en el gimnasio que él frecuentaba. Pero sin
centrarnos en ejemplos tan notorios de relación entre desarrollo personal y
características personales, es evidente que cada persona posee una forma única
de entender su crecimiento y realización personal. Por ejemplo, algunas
personas tienen una necesidad innata de aprender, superarse, mejorar, avanzar.
Otras necesitan descubrir, conocer, saber, experimentar. Otras en cambio se
sienten mucho mejor llevando una vida con poca incertidumbre, más apacible,
segura y tranquila. Gran parte de estas diferencias se deben también a la
influencia que pueden ejercer sobre nosotros el entorno, la cultura, el sistema
social, las modas, los prejuicios, las creencias, etc.
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